He decidido empezar a escribir acerca de la atención en el TDAH.
Aunque pueda parecer un poco obvio (que en el TDAH hay problemas con la atención), la verdad es que los expertos no se han logrado poner de acuerdo en cuanto a los procesos implicados, e incluso más, ¡todavía no hay consenso en que efectivamente el problema central en el TDAH sea de la atención propiamente tal!
No obstante, desde un punto de vista clínico, que es el que a mí más me interesa, uno de los motivos de preocupación más frecuentes entre las personas que acuden a mi consulta, es la dificultad para mantener la atención cuando necesitan hacerlo para sacar adelante lo que tienen que hacer, se trate de trabajo o de estudio o simplemente de leer un libro hasta el final.
Por eso, más que intentar describir los distintos puntos de vista de los investigadores y teóricos, me voy a dedicar a entregarles técnicas y ejercicios para que aprendan a controlar su atención de mejor manera.
Tal como las técnicas de organización que hemos revisado, ahora nos centraremos en la atención propiamente tal y veremos cómo se puede entrenar para sacarle el mejor partido posible.
Como punto de partida, te presento este excelente artículo de Jonah Lehrer (autor de Proust was a Neuroscientist y How we Decide), que acabo de traducir.
Me pareció importante compartirlo porque es bastante entretenido y deja muy claro porqué el nombre mismo del TDAH está muy mal puesto cuando se trata de entender cuáles son los problemas con la atención que conlleva esta condición.
Aquí les va, ¡espero que lo disfruten tanto como yo!
El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH o ADHD, Attention Deficit/Hyperactvity Disorder) tiene un pésimo nombre. La razón es simple: no existe un déficit real de la atención. Estamos acostumbrados a pensar que las enfermedades son el resultado de la falta de algo -las personas que tienen un trastorno de la tiroides, no tienen TSH; tal como a la gente con escorbuto les falta vitamina C- pero el ADHD no parece funcionar así. En cambio, evidencias recientes sugieren que las personas con Déficit de Atención tienen mucha atención – lo que explica porqué son capaces de jugar juegos de video durante horas o sumergirse en sus Legos o dedicar ilimitados recursos atencionales a actividades que encuentran interesantes.
¿Cuál es, entonces, el problema en el ADHD? El trastorno en realidad tiene que ver con la distribución de la atención, ser capaces de controlar nuestro foco mental. Hay un nuevo paper de la fundación DANA que explica con elocuencia esta nueva comprensión.
Martha Bridge Denckla, M.D., clínica e investigadora en the Kennedy Krieger Institute y la Johns Hopkins University, dice que ella recibe este tipo de preguntas regularmente de parte de los padres que traen a sus hijos a la clínica del ADHD, donde ella tiene su consulta. “Yo tengo que explicar constantemente a los padres que el Déficit de Atención no es un déficit en el sentido de, digamos, un déficit en el presupuesto o una deficiencia de la tiroides, donde no se tiene suficiente de algo. Más bien es el control sobre la atención.”
Denckla, quien es miembro de la Dana Alliance for Brain Initiatives, ha encontrado útil hablar en términos de la distribución de la atención cuando se comunica con los padres acerca del ADHD. La pregunta dice Denckla, es: “¿dónde está siendo dirigida o asignada la atención del niño? ¿Está donde necesita estar para cumplir con las exigencias de la casa, el colegio y la sociedad?”
Distribuir la propia atención adecuadamente para tener éxito en la escuela requiere un grado de control voluntario -lo que podría considerarse fuerza de voluntad- para dejar de lado una actividad preferida y concentrarse en una actividad que puede no ser tan absorbente o inmediatamente satisfactoria.
Para entender este modelo del ADHD, es importante entender la anatomía de la atención. La historia comienza con la dopamina. Mientras las neuronas de dopamina son relativamente escasas, están agrupadas en áreas muy específicas en el centro del cerebro, tales como el nucleo accumbens y el estriado ventral. Estas partes conforman las vías de recompensa de dopamina, el sistema neural responsable de generar las emociones placenteras gatilladas por las cosas placenteras. No importa si estamos teniendo sexo o comiendo azucar o inhalando anfetaminas: estas cosas nos llenan de dicha porque le hacen cosquillas a estas células.
Pero la caricatura de la dopamina como una simple sustancia química del hedonismo es deplorablemente incompleta. Por ejemplo, los estudios han mostrado que la vía de recompensa de dopamina está también extremadamente activa cuando las personas son forzadas a comer algo asqueroso o cuando un sujeto está desesperado por volver a respirar después de haber aguantado la respiración. Éstas son experiencias intensamente desagradables, y aun así nuestras neuronas dopaminérgicas están liberando el neurotransmisor.
Esto nos deja dos posibilidades: 1) todos somos masoquistas en secreto, y obtenemos placer del dolor, o 2) la dopamina tiene en realidad que ver con la motivación y la atención, y no es solamente el químico del placer y las recompensas.
Yo no sé ustedes, pero yo apuesto por la hipótesis número dos. Pienso que hay un cuerpo creciente de evidencias que sugieren que el propósito real de la dopamina es ayudarnos a evaluar eficientemente el mundo exterior. Muchos investigadores de la dopamina, por ejemplo, se refieren a ella como nuestra “moneda neural”, ya que nos permite asignar rápidamente un valor a la enorme cantidad de cosas e ideas que percibimos. (En otras palabras, la dopamina es la “etiqueta de valor” de la información sensorial, y le asigna valores considerables a cosas que son deliciosas, hermosas o que reflejan alguna necesidad homeostática urgente.)
Cuando vemos algo que queremos -y no importa si es un cupcake de chocolate o un vaso de agua- la mera visión del objeto en sí desencadena una oleada de deseo emocional, el cual nos motiva a actuar. (Emoción y motivación comparten la misma raíz latina, “movere”, que significa “moverse”.) El mundo está lleno de posibilidades y son nuestros impulsos dopaminérgicos quienes nos ayudan a elegir entre ellas.
Y así, volvamos nuestra atención al ADHD. Hay una carretera de nervios que conectan la vía de recompensa de dopamina con la corteza prefrontal, un pliegue de tejido clave que controla el foco de la atención. Esto tiene perfecto sentido: una sensación o idea que dispara una mayor liberación de dopamina -que es considerada digna de una mayor cantidad de moneda neural- es más probable que sea captada y que entre al atestado teatro de la conciencia. En otras palabras, la corteza prefrontal ahora está prestando atención. La dopamina nos ha indicado qué es lo que deberíamos captar. *
* Resulta interesante considerar que este sistema es increíblemente antiguo. Por ejemplo, cuando se les da a las abejas pequeñas cantidades de cocaína en lugar de néctar -los insectos usan un neurotransmisor que es un clon virtual de la dopamina- comienzan a bailar vigorosamente. (Las abejas usan “danzas” intrincadas para comunicar la ubicación y riqueza del néctar.)El problema con el Déficit de Atención no es que no haya atención. Como lo he mencionado antes, los niños con ADHD pueden estar completamente inmersos en actividades que requieren concentración -sólo que ellos tienden a tener un umbral más alto de interés, lo que explica porqué no prestan atención a una aburrida clase de matemáticas pero pueden fácilmente estar todo un día jugando World of Warcraft. Los fármacos para el ADHD, como el Ritalín, Adderall, Concerta, etc., funcionan por medio del aumento de dopamina en la sinapsis. (Como la mayoría de los psicofármacos, los mecanismos exactos no están totalmente claros, aunque muchos piensan que los medicamentos funcionan bloqueando el transportador de dopamina, el cual remueve la dopamina una vez que ha sido liberada.).
Resulta interesante que algunas personas consiguen un boost similar de forma natural: hay estudios que han relacionado una pequeña diferencia en la codificación de los genes que subyacen a la producción de dopamina, tales como el polimorfismo Val/Met de la enzima COMT (catecol-o-metil-transferasa), a variaciones en las “habilidades atencionales”, con una mayor cantidad de neurotransmisor que es equivalente a una mayor atención. (Lamentablemente, las mismas mutaciones que incrementan la actividad de dopamina en la corteza prefrontal también parece que nos vuelven más ansiosos y sensibles al dolor. No es necesario decir que se necesita mucho más trabajo antes de que esta vía y sus implicaciones lleguen a ser entendidas a cabalidad.)
En otras palabra, los medicamentos para el ADHD actúan como un atajo químico: debido a que esas neuronas dopaminérgicas en el cerebro medio están tan excitadas -están bañadas en el neurotransmisor- el mundo está súbitamente saturado con ideas interesantísimas, las cuales son enviadas a la corteza prefrontal. Incluso las matemáticas ahora son lo suficientemente llamativas como para captarlas; la moneda neural de una división larga ha subido de valor, lo que hace más fácil el dirigir nuestra atención al lugar de la sala de clases donde se supone que debe ser dirigida. Pero aquí está mi punto: el fármaco no ha encendido repentinamente el foco de la atención. El foco siempre estuvo ahí. En cambio, lo que el fármaco ha hecho es facilitarnos el apuntar el foco en la dirección correcta.
Arco Iris says
Un articulo muy interesante….sí, la verdad me ha gustado…El foco esta ahí, claro pero desenfocado…..jejeje
Juan Sangüesa says
🙂